BIENVENIDOS A MI BLOG

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Un espacio para compartir con vosotros, mis relatos, poemas y escritos varios. Un espacio para dar rienda suelta a mi imaginación y sentimientos.
Mi nombre es Pilar Lou Martin y me encanta leer y escribir , espero que a vosotros os guste lo que escribo. Muchas gracias por vuestras visitas .

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miércoles, 16 de mayo de 2012

CAMINO EN LA NOCHE

Voy caminando en esta noche inmersa en la oscuridad. Me envuelve en su siniestra presencia rodeándome de las sombras de los árboles. Se muestran hacia mí pareciéndome gigantescos y balanceando  sus hojas  al ritmo del viento. Casi amenazantes, ciernen sus copas desde su altura para contemplar mi propia pequeñez.
Mis pasos lentos me conducen hacia ninguna parte, porque no tengo ningún sitio hacia dónde ir. No tengo a nadie que me espere, ninguna casa que me acoja para darme la bienvenida tal vez.
Estas  son mis ideas engañosas, porque sí sé donde iré. Son mis pasos, los que ignorantes se ven guiados por una razón que les cuesta admitir. Sí es verdad que nadie me espera, pero en mi mente tengo dibujada la casa que quiero volver a ver. La que he estado anhelado durante tanto tiempo.
La casa que me llama constantemente para que regrese allí.
Son mis ideas las que me quieren traicionar y  obligarme a dar marcha atrás, que deshaga mis pasos, más estoy decidido a continuar caminando siempre hacia adelante, aunque me cueste, aunque me duela. Aunque lo que me encuentre me produzca aún más pena que la que ya siento.
No quiero permanecer más tiempo en un sitio al cual no pertenezco, aunque estuve asentado en sus calles, y anduve junto a otras personas tan ajenas a este, como yo mismo.
A esa ciudad que nos adopto como si fuéramos hijos suyos también. Y nos mostró su hermoso semblante, aunque a la vez nos enseñó su rostro más severo, obligándonos a ser valientes y continuar.
Mientras voy caminando rememorando lo que he dejado atrás, intento convencerme que he tomado la decisión adecuada.
Soy dueño de mi propia vida y puedo elegir.
Pero ahora tengo ganas de salir de este bosque que  confunde mis pensamientos. Que se asemeja a esa selva oscura que también recorrió el gran poeta italiano en sus versos.
Mas yo no quiero visitar más infiernos, no me merezco el purgatorio porque ya he sufrido bastante. Quiero hallar el Paraíso, ese último edén que me espera en alguna parte, quizás esté hacía donde me dirijo.
En esta noche  me ilumina la luna llena, su intensa luz destaca bajo el cielo negro, salpicado por escasas estrellas.
Levantó mis ojos para mirarla y entiendo su inspiración. Es la musa que acompaña a los poetas, es la esencia del romanticismo, el misterio de lo incomprensible porque está muy lejana. Es ese color que fascina al pintor, cuando la viste con sus delicados tonos blanquecinos, grisáceos, azules, rojos y púrpuras.
Es la melodía interior que siente  el músico cuando compone sus obras maestras.
Estoy recorriendo un sendero casi silencioso, porque en realidad hay todo un mundo de sonidos, aunque apenas son perceptibles a nuestro oído humano. Aún así siento murmullos a mi alrededor, la suave brisa que hace mecer las hojas de los árboles, algún grillo que canta en alguna parte, algún revolotear de alas que pasan veloces sobre mi cabeza, y una especie de escalofrío me sacude de arriba abajo, al imaginar que en el bosque puede haber escondidas fantásticas criaturas, fantasmas que se ocultan tras las sombras de los árboles para asustar a quien se atreva a penetrar en sus dominios. Fantasmas imaginados tal vez por nuestra propia mente, por esos miedos que nos asaltan cuando estamos solos, cuando nos enfrentamos cara a cara con nosotros mismos.
Y siento que el bosque  me habla, con su voz melancólica  contándome todas las historias que esconde en su interior.
Es el idioma de los viejos árboles, los que han visto pasar el tiempo  y que retienen el eco de las almas humanas. Retazos de sensaciones se esconden entre sus cortezas duras.
Guardan la vieja memoria de aquellas personas que alguna vez se sentaron bajo sus ramas `para descansar de sus largos viajes, o gentes que buscaron en este rincón un poco de paz, momentos para reflexionar sobre sus vidas y sus problemas. En el tronco hay grabados varios nombres, promesas de enamorados que sellaron su amor en la corteza, para quizás perpetuarlo para siempre.
Esos  nombres, apenas  son visibles,  en la penumbra, sólo puedo atisbar alguna letra, pero pasó mi mano y notó su rugosidad, las diferentes formas de cada vocal o consonante, y por unos instantes me detengo a imaginar aquel mensaje de amor.
Voy andando por el camino despacio, pero he conseguido llegar al final del estrecho bosque, y diviso en la lejanía la silueta de un pueblo.
Pensaba que no iba a llegar nunca, que mis pasos tranquilos tardarían en encontrarlo,  pero estoy a pocos metros de allí.
Me adentro en este, que está iluminado por algunas farolas. Está desierto, a estas horas de la noche, sus ocupantes probablemente ya estarán durmiendo.
Sumidos en su sueño nocturno, se olvidaran durante algunas horas de su realidad. Su rutina quedará a merced del disparate onírico, donde el tiempo es un capricho de la mente. Algunos tendrán bellos sueños, otros pesadillas que les llenarán de angustia, algunos no recordarán nada de lo que han soñado, pero todos estarán a merced de su subconsciente.
Otros estarán quizás despiertos, debatiéndose con un insomnio permanente que les obligará a dar vueltas sobre sus camas una y otra vez, sin conseguir la dicha del sueño placentero.
Mientras pienso en ello, sigo caminando, en la noche, y aspiro su aroma.
Porque mi noche tiene olor, ése olor a soledad, ése olor a interrogantes, ése olor a espacios vacíos que no se llenan nunca. Esa ansiedad retenida que nos asalta en alguno de nuestros momentos y nos causa un  hondo penar saborear su sinsabor, porque a nada sabe la soledad, tal vez a amargura y a cansancio constante, tal vez hace aflorar a nuestro llanto que quiere desgarrarse, arrancarse de lo más profundo de nuestra alma.
A veces, también cuando camino, como en esta noche, aspiro otro olor distinto, más melancólico.
Es el olor del ayer. Me regocijo con el olor de sus recuerdos, los que siempre me acompañan, los que huelen a viejas estampas vividas, a horas añejas de mi pasado.
Me señalan con el dedo de la memoria una y otra vez, y las visualizado como una serie de imágenes fotográficas para mostrarme todo lo que he sido, lo que no fui, lo que perdí, lo que no me dejaron ser. Es mi deuda constante a una memoria que se niega a desaparecer.
Sumido en mi retrospectiva, casi ni me doy cuenta de que he llegado a mi destino. Estoy en la entrada del pueblo. Un cartel lo señaliza, no puedo leerlo, pero sé que es mi pueblo.
Observo la iglesia mudéjar que con su alto campanario destaca sobre todas las casas. Recorro unos pasos más abajo y me encuentro en la plaza mayor, con el abrevadero en el  medio donde las bestias bebían hace ya bastantes años.
Mis pies me conducen después  hacia aquel callejón de las brujas, sobre cual circulan las leyendas, y yo me imagino a toda una corte de mujeres haciendo sus aquelarres y vistiendo de miedo a aquel rincón del pueblo. Como cuando era un zagal y me contaban aquellos cuentos de miedo, y no quería pasar por la calle si había oscurecido y sin compañía.
Supersticiones o realidades, no se sabe la verdad, para eso se crearon las leyendas para creer o no en estas. Pero sobretodo para alimentar las fantasías y los dichos populares
Tras el siniestro callejón, se encuentra la fábrica de juguetes de plástico.
Está cerrada, ya nadie trabaja allí, pero a través de los ojos de mi infancia, veo aquellos pistolitas, aquellas hueveras, jarras, tacitas y figuras de animales. Toda una serie de minúsculos plásticos dedicados a la ilusión. Como así se llamaba la fábrica. Una sonrisa asoma a mi rostro al rememorarlo.
Me fui de este lugar donde nací, hace ya muchos años.  Cuando era joven y partí buscando la gloria, queriendo encontrar una vida alejada de aquellas gentes rurales. Pensando que la ciudad me concedería la abundancia, me sacaría de la pobreza.
Yo, como tantos otros, fui el resultado de la gran inmigración del campo a la ciudad. Pero en aquella  en la que estuve no encontré la riqueza que esperaba, sino un cotidiano vivir, con muchas penas y sacrificios.
Allí conocí a mi futura esposa, una chica venida también de su pueblo. Nos casemos y tuvimos tres hijos. Y los he perdido a todos. La muerte me arrebató primero a mi mujer, y más tarde a un hijo. Y la aventura hizo la odiosa labor de alejarme de mis otros dos hijos, ya que ellos, como yo, quisieron ver el mundo más allá de la frontera de su país y también emigraron.
Así me quedé solo en mi ciudad y me hice viejo. Momento a momento. Soportando los años que pasaron sobre mi existencia, llenándome de vivencias, de alegrías y desgracias. Porque la vida en eso consiste. En un amanecer cada día con el ánimo levantado, en un dormirse en la noche de la tristeza.
Y un día decidí volver a mi pueblo, a mi casa, aún sabiendo que nadie me esperaría. Donde sólo me acogería mi nostalgia.
Donde seguramente me esperaría el fin de mis días, pero me quiero morir en el lugar que me vio nacer, a la sombra de los cipreses del cementerio de mi pueblo, donde yacen enterrados mis padres y mi abuelos, la única compañía que me saludara desde el otro mundo, cuando mi cuerpo emita el último suspiro.
He llegado por fin a la puerta de mi casa, la abro fácilmente, no tiene llave ni cerraduras.  El interior está ruinoso, pero aún conserva algunos muebles, una mesa y cuatro sillas desgastadas. Tampoco hay luz, pero no me importa.
La luna llena acoge a la habitación en la penumbra, y como si fuera amiga suya, por unos instantes le regala su luz difusa.
Son los suficientes para que consiga sentarme en una silla. Se me hace un nudo en la garganta y estoy a punto de llorar. Siento la emotividad de mi regreso.
Mi mente acoge los sucesos vividos durante mis recorridos por los otros caminos que he visitado, por los bosques que he atravesado en mis muchas noches en las cuales me escapaba de mi ciudad y me dedicaba a andar y andar, sin rumbo.
Cuando las noches eran diferentes entre sí, claras, oscuras, siniestras, fantasmagóricas, cortas, largas, poéticas, anodinas, comunes y mágicas.
Eran las noches de una juventud primera, de una madurez  luego, de una vejez después.
Más este ha sido el paseo más tardío, mi postrero camino en la noche. Lo sé con certeza.
Lo mismo que sé que caminé durante todas las demás noches hasta llegar a esta última, que me trajo hasta aquí, para reencontrarme conmigo mismo y con mis orígenes primeros.
Para reencontrarme con mi final.

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NOTA: Con este relato inauguro una nueva seccion llamada EL RELATO DEL MES, que es un blog donde concurso. Con esta etiqueta iré publicando los relatos con los cuales concurso y que aparecen en el mencionado blog. Cada mes, las personas pueden votar y elegir los relatos que les gusten. Los hay muy buenos, os aconsejo que os los leais. Con estos, se tiene previsto hacer un libro conjunto de varios autores.Os dejo el enlace del blog por si os gusta y quereis votar mi relato o el que os guste.http://elrelatodelmes.wordpress.com/2012/05/16/final-de-los-relatos-de-abril-de-2012/ Esta vez, he quedado entre los cinco finalistas, los dos relatos de cada categoría, TEMA LIBRE,  y TEMA DEL MES, que consigan más votos, serán los elegidos para el libro. Os doy las gracias de antemano.

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